Noche en Madrid. Por fin podemos ver una película deseada, venida de América. Tenemos dos días para verla, en la Filmoteca, ese gran museo del cine, para amantes del cine. La dificultad de encontrar libros editados en América, de ver cine americano, es un ejemplo de la distancia entre hermanos, todo se confía ya a la tecnología, pero hay interés, el cine estaba lleno. No sabíamos, mientras veíamos 7 cajas que había una plaga de chinches, y que la filmoteca se cerraría poco después para desinsectarla, de todas maneras no nos movimos de las butacas y no sé si nos arrascamos un poco. La película, ha tardado en llegar.
Pongamos que no sabemos nada del Paraguay, cosa que ocurre a menudo en Europa, cabe decir que no vamos a ver una película que contribuya a hacer turismo en Asunción, como a menudo ocurre con el buen cine y pienso en aquellas protestas de Medellín por aquella gran película "La Virgen de los sicarios" que retrataba quizá lo peor de Colombia y la ciudad.
En 7 cajas y el número no es inocente, retrata el infierno desde el Mercado 4, la subsistencia de un chico joven, Víctor, en un pasado reciente, su sueño es un pequeño teléfono móvil de esos que antes regalaban aquí las compañías de teléfonos, y que allá costaba seiscientos mil guaraníes, durante el gobierno creo que de Duarte. Nelson, el competidor carretillero de Víctor, no tiene para la insulina de su hijo. Indigencia, y subsistir diario, con sueños de grandeza material, la que insufla las televisiones en los pasajes comerciales y que deslumbra el imaginario de Víctor. Es una película violenta, pues las siete cajas son ataúdes de restos humanos, traídos y llevados por carretillas, los restos son confundidos con dólares, y el punto de negocio es el hampa y las carnicerías, la policía hace su trabajo. De bella factura poética, la ciudad es obscura, claustrofóbica, el cielo está tapado por toldos, está en consonancia con el tema, un pequeño Paraguay donde lo peor es consolado por la solidaridad entre los personajes, esas mujeres trabajadoras en la cocina de un restaurante chino, leales y con principios, un contrapunto allí donde el dinero es la cima de toda pulsión, un horizonte último que incluye desde los negocios, el secuestro y el asesinato.
Un infierno dantesco, una Asunción gris, anacrónica, supongo que real a veces.
El guaraní está presente, con subtítulos, en esta divina tragedia, de buen cine pero que como dije antes no invita al turismo, sino al arte, habrá tiempo para crear otra obra desde el cine, para sacar a la luz en un díptico, un jardín de las delicias con lo mejor del Paraguay, el infierno, queda ya en una cinta con 7 cajas, como en un cuadro tremendo del Bosco.
Beni.
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